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“Existen prácticas docentes que posibilitan que todos los alumnos aprendan”
05/02/2024
Pedagoga, catedrática de Didáctica y Organización Educativa en la Universidad de Sevilla, y directora del programa UniDiversidad en esta misma universidad, Anabel Moriña es especialista en inclusión, discapacidad y educación. Desde hace años investiga sobre educación inclusiva y métodos pedagógicos que faciliten la atención a la diversidad en las aulas. El 24 de enero, coincidiendo con el Día Mundial de la Educación, hablamos con ella sobre la educación y las personas con discapacidad en nuestro país.
El Observatorio Estatal de la Discapacidad viene alertando desde hace años de la existencia de una brecha entre el nivel educativo de la población con discapacidad y sin discapacidad. ¿A qué se deben estas diferencias?
Es una respuesta compleja. Si dejamos a un lado las posibles causas externas al sistema educativo y nos centramos en la educación, nos encontramos con múltiples barreras. En primer lugar, en España no tenemos un gran pacto educativo, sino muchas leyes educativas que se suceden una detrás de otra y que realmente no se llegan a implantar en la práctica. Desde la política educativa, con acciones concretas, se tiene que hacer una apuesta clara por una educación inclusiva que garantice el derecho de todas las personas a estar en la escuela y a disfrutar de un aprendizaje de calidad en ella, que todas puedan participar y sentirse parte de la comunidad educativa. Para ello, es necesaria una mayor inversión en recursos humanos y en la continuidad de los docentes en un mismo centro, y también en la mejora de las instalaciones, para garantizar su accesibilidad.
¿Qué otras barreras nos encontramos?
Una de ellas, a nivel estructural, son las ratios tan elevadas que hay en las aulas, y que hacen que la gestión de la diversidad sea muy compleja. También es necesario mejorar la formación del profesorado: los planes de estudios de las facultades de Educación necesitan una mayor actualización, estar más centrados en las necesidades reales de la sociedad y en cómo tiene que ser una escuela inclusiva. También la formación permanente del profesorado debe revisarse.
Las barreras actitudinales también son muy importantes. Hay profesionales, familias y personas del entorno educativo que no creen en la diversidad y no confían en las capacidades de las personas. Estas expectativas tienen una gran influencia en las posibilidades que una persona tenga un mejor rendimiento académico o pueda aprovechar su formación. Muchas personas con discapacidad están en la escuela, pero no se saca todo el potencial que tienen.
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Entonces, ¿podemos hablar de una escuela realmente inclusiva en España?
Se habla mucho de inclusión, pero yo diría que aún queda recorrido para avanzar hacia una inclusión real. En la mayoría de centros esperan encontrarse con estudiantes “de talla única”, homogéneos. Y cuando tienen a una persona que no responde a este perfil de estudiante ideal, empiezan las dificultades: docentes que no se consideran preparados para acompañarlos, o que creen que es mejor que estos estudiantes estén en el aula de apoyo o en un centro de educación especial.
Incluso en muchos casos en los que los alumnos con necesidades especiales están en el aula ordinaria, la evidencia científica nos dice que están haciendo actividades totalmente diferentes a las de sus compañeros. Y esto implica bajar el nivel y las expectativas hacia ese alumno, implica desmotivación y también procesos de estigmatización que son muy dolorosos. El contexto le baja tanto el nivel curricular y las expectativas, que la persona acaba pensando que no vale lo suficiente para estudiar.
¿Cómo sería una escuela realmente inclusiva?
Si nos centramos en la discapacidad, pero extendería esto a la diversidad en general, el estudiante no es el que tiene que adaptarse al sistema, sino que es el sistema el que tiene que cambiar para que ese niño siga aprendiendo, participando y perteneciendo. Eso implica creer realmente en la diversidad y también que el profesorado esté formado y no utilice una metodología tradicional en sus procesos de enseñanza. Los métodos tradicionales, que básicamente tenemos en todos los centros, ponen al docente en el centro, el docente es el que tiene la voz activa, y el alumnado es solo una voz pasiva. Con este tipo de metodologías, hay niños que se quedan detrás y no se pueden atender, solo se atiende a la media y a los que van por delante. Hoy sabemos que existen otras prácticas docentes que sí posibilitan que todos los alumnos puedan aprender, y que se vaya rompiendo este hueco tan grande que hay en los resultados académicos entre unos y otros.
¿De qué métodos y prácticas se trata?
Sabemos que el aprendizaje cooperativo, donde se considera al alumnado como el principal recurso humano del aula, es muy positivo. En este caso, el rol del docente no es el de explicar siempre, sino que los niños y niñas se ayudan entre sí, promueven esa maximización del aprendizaje, y el docente puede contribuir a ayudar a los que más lo necesitan. Tener a otros docentes o a personas de apoyo en el aula diversifica también la atención que se da. También hay otras estrategias que se están aplicando, como el aprendizaje servicio, el trabajo por proyectos, la tutoría entre iguales, etc. Lo que hace inclusiva una clase o una práctica no es la metodología, sino el uso que se hace de ella. No sirve de nada que un docente trabaje por proyectos si no está incluido todo el mundo, si hay alumnos que están haciendo algo diferente. No existe el docente ideal, ni la metodología ideal, cada docente debe tener un repertorio de prácticas, de metodologías… y, en función del grupo clase, utilizar una u otra. Dentro de un aula siempre hay personas con intereses diferentes, que aprenden de distintas maneras y que necesitan distintos acercamientos a los procesos de aprendizaje.
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La Ley general de la discapacidad nos dice que los alumnos con discapacidad deben ser escolarizados en centros ordinarios, y que solo en casos excepcionales se debe optar por centros de educación especial. ¿Qué beneficios tiene la escuela ordinaria ante un centro especial?
¿Qué beneficio tiene para un niño con discapacidad estar en un centro ordinario? Como mínimo, aprenderá lo mismo que estando en el aula de apoyo o en un centro especial. Luego, ¿queremos una sociedad en la que les enseñemos a no relacionarse con sus compañeros, que se relacionen solo con personas con discapacidad? ¿O queremos una sociedad en la que convivamos? La educación no es solo académica, hay aprendizajes sociales que, fuera de la escuela ordinaria, son muy difíciles de aprender. Yo apuesto al 100% por la inclusión completa y con todos los recursos. Nos falta que los profesionales de los centros de educación especial se integren en la escuela ordinaria, que las aulas sean más abiertas y con más docentes. En Italia, por ejemplo, donde aplican la inclusión completa desde hace años, tienen más o menos docentes en un aula en función del número de alumnos con necesidades educativas que haya en esa clase.
¿Con qué recursos cuentan los centros ordinarios para que las personas con discapacidad puedan tener el mismo aprendizaje que sus compañeros?
Se hacen adaptaciones curriculares, tanto significativas como poco significativas. En las que son muy significativas, muchas veces el desnivel es tan grande que el currículum no tiene nada que ver. Es importante aplicar en primer lugar medidas de adaptación ordinarias, centradas en el grupo, y luego pasar a las extraordinarias, si es necesario. Pero lo que se tendría que hacer es reorganizar los recursos, que haya más profesionales con horarios más efectivos, que los profesores de apoyo a la diversidad entren en el aula y no se dé el apoyo fuera del aula, cambiar las metodologías y la organización del aula... Seguimos teniendo a los alumnos sentados de uno en uno o de dos en dos, cuando hay otras estructuras que está demostrado que funcionan muchísimo mejor.
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¿Se está trabajando para mejorar la accesibilidad cognitiva de los materiales educativos, por ejemplo, con adaptaciones a Lectura Fácil?
En líneas generales, el material educativo estrella sigue siendo el libro de texto, y no están adaptados, sino que la accesibilidad cognitiva sigue siendo una barrera, con textos que pueden ser muy complejos. Por supuesto, se debería empezar a caminar en esta línea, y también se debería incluir la accesibilidad cognitiva como una asignatura a cursar en los grados de Ciencias de la Educación, donde actualmente no lo es. Sería un camino importante y muy potente.
Finalizada la educación obligatoria, solo una de cada diez personas con discapacidad sigue formándose. ¿Qué barreras les impiden seguir con su formación?
La discapacidad es muy diversa en sí misma y, dentro de la discapacidad, nos encontramos con la intelectual, que puede encontrar aún más barreras en el sistema educativo. Durante la educación obligatoria, las personas con discapacidad intelectual cuentan con una serie de adaptaciones, pero, al llegar a etapas postobligatorias, estas adaptaciones desaparecen. Entonces, si bien pueden acceder a estudios postobligatorios, ante la falta de adaptaciones, acaban abandonando.
La mayoría de estudiantes con discapacidad intelectual que han participado en el programa UniDiversidad en la Universidad de Sevilla, financiado por la Fundación ONCE y el Fondo Social Europeo, acabaron abandonando sus estudios postobligatorios porque se frustraban y no tenían las ayudas necesarias. La desmotivación que arrastran de etapas anteriores también juega su papel: en muchos casos, ir a la escuela implicaba procesos dolorosos para estas personas, por la etiqueta, por el rechazo de sus compañeros, porque se les trata como si no existieran… Acaban asumiendo que no valen para estar en la escuela, y ni se plantean seguir estudiando.
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¿Falta visibilizar a las personas con discapacidad, tener referentes con discapacidad?
Sí, yo creo que sí. Actualmente estamos haciendo un estudio en el que investigamos las historias de éxito de personas con discapacidad que se han graduado en la universidad, y una de las recomendaciones que nos han hecho es visibilizar sus historias para que estas sirvan como ejemplo, porque otras personas no acceden a la universidad por desconocimiento o por miedo, porque creen que no podrán superar el salto que supone acceder y cursar unos estudios superiores.
Se están haciendo muchos esfuerzos desde el Tercer Sector y desde el sector académico para visibilizar a las personas con discapacidad, pero se necesita el apoyo de las comunidades y de los gobiernos, porque la inclusión no es posible si no vamos todos de la mano: cambiar una sociedad requiere un esfuerzo colectivo. Solos, es imposible.
La formación de las personas, y especialmente de las personas con discapacidad, influye en sus posibilidades de encontrar empleo. ¿Cómo se puede mejorar el vínculo entre el sistema educativo y las empresas para que las personas con discapacidad tengan las mismas oportunidades que alguien sin discapacidad?
A mayor formación, más oportunidades laborales tiene una persona ya que, si bien contar con una titulación universitaria no es garantía de encontrar trabajo, haber asistido a la universidad proporciona una serie de competencias que te ayudan a ser más independiente y te facilitan la inserción en el mercado laboral. No obstante, también es necesario trabajar en la transición entre la formación y el empleo. Si bien existen compensaciones para la contratación de personas con discapacidad y otras medidas de discriminación positiva, falta mucho trabajo por hacer, especialmente en cuanto a los prejuicios que siguen existiendo. En la universidad nos hemos encontrado empresas retientes a acoger a alumnos universitarios con discapacidad intelectual para la realización de prácticas. Sin embargo, en cuanto la empresa ha conocido al estudiante, ha visto como se desenvuelve y ha sido consciente de sus capacidades, esta empresa nos ha pedido acoger alumnos en prácticas cada año. En muchas ocasiones, además, las personas con discapacidad desempeñan su trabajo muchísimo mejor que personas sin discapacidad, seguramente por su alta motivación y las ganas de demostrar sus capacidades. Hay un desconocimiento absoluto de todo lo que aportan las personas con discapacidad y, en muchas ocasiones, nos perdemos la oportunidad de conocer lo competentes que son.
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Las últimas leyes de educación hablan de la necesidad de fomentar la formación a lo largo de la vida. Sin embargo, un 98% de las personas con discapacidad mayores de 16 años no están realizando ninguna formación. ¿Cómo se pueden mejorar estos índices y que las personas con discapacidad tengan oportunidades y ganas de formarse a lo largo de su vida?
Hay formaciones que desde el entorno laboral se marcan como obligatorias para los trabajadores, o que están relacionadas con la posibilidad de una mejora laboral. Detrás de la formación a lo largo de la vida, hay unas motivaciones. Si en tu formación obligatoria has tenido una mala experiencia, ¿vas a querer seguir formándote? Y si te formas y formas, pero sigues sin encontrar trabajo o sin mejorar en tu empleo, ¿no va a ser una fuente de frustraciones? ¿O si te apuntas a formaciones y cuando asistes ves que no son accesibles, que son reiterativas o no tienen sentido? Es importante que antes de impulsar formaciones a lo largo de la vida, haya una detección de necesidades. Nos tenemos que preguntar, ¿realmente esa persona tiene la necesidad de esa formación? Y en caso afirmativo, ¿cómo está diseñada esa formación? ¿Es accesible? Hay que cuestionarse qué se está haciendo en este terreno, y también es necesario contar con políticas que apuesten por la formación continua de las personas con discapacidad y, sabiendo que hay personas con distintas necesidades de apoyo, el sistema educativo debería dar los apoyos que se necesiten en cada situación.
En cualquier caso, y para finalizar, creo que en estos momentos debemos pasar de la retórica a la acción, porque ya tenemos evidencia científica sobre cómo construir contextos educativos y laborales inclusivos. Es necesaria una apuesta firme por la diversidad, y reconocer y valorar las múltiples capacidades que tiene cualquier persona. No podemos convivir en una sociedad inclusiva si en el camino no contamos con todos y todas y no se generan oportunidades reales, sin excepción, de aprendizaje, participación y pertenencia en los diferentes contextos de una sociedad.
Anabel Moriña, pedagoga, catedrática de Didáctica y Organización Educativa en la Universidad de Sevilla
y directora del programa UniDiversidad en esta misma universidad.
Comprometidos con un futuro sostenible
Esta noticia está relacionada con los siguientes Objetivos de Desarrollo Sostenible definidos como prioritarios por Fundación CARES: